27 de junio de 2012

SERGIO

Sergio es apasionado, tierno, simpático… ¿Quiere realmente a Sofía? ¿Qué está escondiendo?

“—Mira, acá está el que faltaba.
Sofía se giró y quedó frente a un atractivo rostro de ojos verdes, barbita de varios días y pelo rubio y encrespado.
—Me voy un segundo y ya andan conociendo mujeres, güey —dijo el recién llegado.
—Ella nos conoció a nosotros, güey, nos oyó el español y ahí nomás nos saludó.
Se presentaron. Sergio.
—Y dónde dices que están ustedes. Agarra tu pinta y vamos para allá —dijo Tom.
Rosana no pudo por menos que sorprenderse cuando, unos minutos antes, había visto a Sofía ir hacia la barra sola y ahora la veía regresando acompañada por tres hombres.”


En su segundo encuentro:

“Sin esperar respuesta Tom cogió a Rosana de la mano y comenzó a tirar de ella para que se levantara. Sergio se puso en pie y ofreció su mano a Sofía, que no opuso resistencia alguna. Sonaba una de esas canciones densas de salsa pero a Sofía le dio igual en cuanto Sergio la rodeó con el brazo por la cintura y con la otra mano sostuvo la de Sofía. La atraía hacia sí, la alejaba, le hacía dar la vuelta, juntaba su cabeza con la de Sofía, hasta que podía sentir su aliento, y se perdía en sus ojos verdes que se la comían con la mirada. No pensaba, no oía, no veía, sus sentidos estaban anulados para el resto del mundo, su mente también. Se le enredaban los pies entre los de Sergio, tropezaba y se reían, siempre muy juntos, siempre mirándose. Tres canciones después, aunque podían haber sido cuatro, o dos, o cinco, a Sofía le daba vueltas todo, o el mundo daba vueltas muy deprisa alrededor de ella, cambió la música y el Dj salió de la cabina. Dejaron de bailar y volvieron a la mesa. Sergio aún retuvo la mano de Sofía unos segundos durante el trayecto, y ésta sintió que le flojeaban las piernas.”

El inicio de algo incontrolable:

“Cerraron el O’Neills y entre la confusión de un mundo en excesivo movimiento salieron a la calle sin sentir frío. Iban los cuatro mezclados, riendo, tres ciegos y Rosana a medio camino (había consentido en probar una cerveza que dejó a mitad) y al llegar a la esquina de Cornmarket Sofía oyó algo como “vamos a continuar la fiesta”, “en mi casa”, en casa de quién, fue a preguntar Sofía, en medio del desconcierto y la risita descontrolada. Alguien la rodeó con el brazo por el hombro y la arrastró en dirección contraria, hacia St. Giles, y alcanzó a comprender, pues la fiesta sigue en casa de estos, pero cuando se giró los otros dos no venían.”

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